El lunes fue día de turismo, pero un turismo absolutamente de lujo.
Tuve el inmenso honor de conocer Kolkata acompañada por Rabi, pero no en calidad de guía sino en calidad de amigo. Como sabía que no iba a haber forma humana de que me aceptase las rupias que el cobra por dar este servicio, el día anterior y tras duras negociaciones habíamos llegado al acuerdo de que el dinero que debería haberle pagado como guía, se lo daríamos a los curas de Navo Jibon. A los dos nos pareció un buen trato y por eso disfrutamos, aun más, de la excursión por la ciudad.
En primer lugar y como yo me había puesto muy pesada con ello, fuimos a Templo de Kali. Rabi se queja del acoso que sufren los turistas dentro del templo por gente que intenta venderte de casi todo. La verdad es que como yo entré con las manos vacías pués Rabi se quedó fuera con mi mochila, nadie me molestó en absoluto y pude asistir a pujas de enamorados, de mujeres mayores que pedían por sus hijos, de hombres tristes y de hombres santos. Es una de las grandezas de Hinduismo, no sólo te dejan participar de todos sus ritos sino que te agradecen el respeto y en seguida te acogen en sus templos y sus pujas u ofrendas.
A la salida del Templo de Kali y tras un pequeño paseo por callejas llenas de tenderetes llegamos a algo para lo que reconozco que no estaba preparada. A Rabí se le pasó decirme donde íbamos o dado que el lo hace a menudo, no le pareció importante avisarme, pero en cuestión de pocos minutos pase del colorido y bullicio del templo de Kali y sus calles, a la tristeza de La Casa de los Moribundos de Madre Teresa. No me arrepiento de haber entrado, pero sigo sin tener claro si me parece “decente” que dejen entrar a los turistas, que es lo que somos, en un sitio donde lo que tiene que reinar es la privacidad. Lo que desde luego me escandalizó es que me dijeran después que si pides permiso te dejan hacer fotos: inaceptable.
Tuve el inmenso honor de conocer Kolkata acompañada por Rabi, pero no en calidad de guía sino en calidad de amigo. Como sabía que no iba a haber forma humana de que me aceptase las rupias que el cobra por dar este servicio, el día anterior y tras duras negociaciones habíamos llegado al acuerdo de que el dinero que debería haberle pagado como guía, se lo daríamos a los curas de Navo Jibon. A los dos nos pareció un buen trato y por eso disfrutamos, aun más, de la excursión por la ciudad.
En primer lugar y como yo me había puesto muy pesada con ello, fuimos a Templo de Kali. Rabi se queja del acoso que sufren los turistas dentro del templo por gente que intenta venderte de casi todo. La verdad es que como yo entré con las manos vacías pués Rabi se quedó fuera con mi mochila, nadie me molestó en absoluto y pude asistir a pujas de enamorados, de mujeres mayores que pedían por sus hijos, de hombres tristes y de hombres santos. Es una de las grandezas de Hinduismo, no sólo te dejan participar de todos sus ritos sino que te agradecen el respeto y en seguida te acogen en sus templos y sus pujas u ofrendas.
A la salida del Templo de Kali y tras un pequeño paseo por callejas llenas de tenderetes llegamos a algo para lo que reconozco que no estaba preparada. A Rabí se le pasó decirme donde íbamos o dado que el lo hace a menudo, no le pareció importante avisarme, pero en cuestión de pocos minutos pase del colorido y bullicio del templo de Kali y sus calles, a la tristeza de La Casa de los Moribundos de Madre Teresa. No me arrepiento de haber entrado, pero sigo sin tener claro si me parece “decente” que dejen entrar a los turistas, que es lo que somos, en un sitio donde lo que tiene que reinar es la privacidad. Lo que desde luego me escandalizó es que me dijeran después que si pides permiso te dejan hacer fotos: inaceptable.
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