jueves, 4 de diciembre de 2008

NABO JIBON, niños y más niños


El domingo iba a ser un día duro. Duro por la realidad que nos íbamos a encontrar en Nabo Jibon, y duro por el calor que hacía, que unido a la polución que cubre permanentemente Calcuta, por mucho que Rabi diga que no, hace de la supervivencia en esta ciudad una tarea realmente difícil. Robert fue el que nos habló de Nabo Jibon por primera vez. Él había estado allí durante una de sus muchas estancias en Calcuta.Le habíamos hecho la promesa de ir por allí, y una promesa a un amigo hay que cumplirla, si o sí.
Nobo Jibon es un centro para chavales disminuidos psíquicos del que se encargan unos curas de no sé a qué congregación, pero no creo que eso importe. Como era domingo, en la puerta nos íbamos a encontrar con voluntarios que durante el resto de la semana no frecuentan este centro al estar un poco escondido para el voluntariado que conoce más la labor de Madre Teresa. Tengo entendido además que durante la semana no se deja entrar a chicas voluntarios, sólo a chicos.
Los domingos son días de ducha para los chavales del centro y para los niños del barrio, para los cuales, en muchos casos, es la única que ven durante la semana.
Hace tiempo intentaron la experiencia de juntar a los dos grupos de chavales, los del centro y los del barrio, pero parece que la experiencia no funciono todo lo bien que sería esperable y han decidido no volver a arriesgarse. Por eso los chavales juegan separados por un muro aunque eso no impide que alguno de los chicos del barrio en un despiste de los Padres, se cuele para subirse a los destartalados columpios y traer un poco de “normalidad exterior”.
En la puerta te reciben unos chicos del centro, felices por poder la bienvenida a los nuevos amigos y que desde el principio te dejan bien claro que ellos tienen unas responsabilidades que no todos los chicos del centro pueden asumir. Con mjuy buen criterio, las fotos están prohibidas en el centro, pero ante la insistencia de dos amigos, me dejaron tomar una foto de los dos amigos que vinieron a recibirnos.
La tarea de los voluntarios es ayudar a bañar a los chicos y luego jugar con ellos. La mayoría de ellos lo único que quieren es que les prestes atención, abrazarte y darte besos. Es curioso, es exactamente lo mismo que te reclaman “los niños y niñas de fuera”.
Un gigantesco chico de aspecto nórdico, con rastas pelirrojas no para de trotar de un lado a otro con chicos y chicas subidos en sus hombros, a caballito. Fernando, sudando pide a los chicos que le dejen respirar un segundo y ellos se lo toman al pie de la letra;al segundo siguiente tiene a tres chavalillos reclamando su turno. Rabi no puede articular palabra. Parecería que por vivir en Calcuta Rabi debiera estar acostumbrado a estas cosas, pero quien puede acostumbrarse a según que cosas.
Dos niñas se empeñan en ponerme el fular que llevo al cuello en el pelo y es inútil negarse, si quieren algo lo consiguen. Después se pelean con otras niñas reclamándome “como de su propiedad”. Es difícil intentar convencer a estos chicos que hay que compartir, aquí el que no coge lo que hay se queda sin ello y sin embargo y sin proponérselo no paran de darnos lo único que de verdad importa : cariño, razones para volver, sonrisas, risas, esperanza.
Mientras tanto los niños siguen separados: de un lado del muro, escondidos para una realidad que no los puede aceptar, aquellos a los que no conseguimos terminar de entender porque no son como nosotros; a este lado del muro aquellos niños que son tan iguales a nosotros que es dolorosamente incomprensible que les haya tocado una vida tan diferente.
Agotados y después del reparto de las galletas nos despedimos de todos ellos. Y los que se quedan en Calcuta prometen volver. Los que sabemos que nos vamos pronto de Calcuta, también nos prometemos a nosotros mismos volver, una parte de cada uno de nosotros se ha quedado allí entre los ojos de miradas perdidas, entre las piernas cruzadas con posturas imposibles, entre los gritos de auxilio y entre las risas y canciones de nuestros nuevos pequeños amigos. Gracias Nobo Jibon.

A la hora de comer quedamos con María, Víctor, Marga y una chica india para hacer la comida de despedida de los que se vuelven a España. El menú: salmorejo, tortilla de patata y los famosos dulces bengalíes y para beber cerveza india y vino de rioja.
Por la noche, cómo no a tomar el tecito a El Fairlawn.



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