domingo, 23 de noviembre de 2008

DE BENGALURU A KOLKATA


Lo primero que sorprende cuando coges un avión desde la capital de Karnataka a la capital de Bengala, es que el vuelo dura tres horas; más que de Madrid a Paris y eso, si no se tiene en cuenta los retrasos, que en este país empieza a ser algo monótono y repetitivo -no así en los trenes, que todos los que he cogido han salido a su hora y por alguna extraña razón han llegado con una hora de retraso-
En el avión yo era la única occidental. Es curioso ver a las azafatas vestidas con sari, sari con los colores corporativos de la compañía aérea. Parecería que no es la prenda mas cómoda para estar trajinando en un avión, pero sin embargo ellas se mueven con toda tranquilidad y eficacia. Aunque sea un tópico, voy leyendo el libro de Dominique Lapierre, La ciudad de la alegría. Mi vecina de asiento me mira de reojo y no consigue entender por que pongo esas de desagrado: tendría que estar viendo como yo lo estoy haciendo, las zonas de los slums donde se amontonan los enfermos de lepra. Para darme una tregua pienso que todo eso ocurría en la época que relata el escritor y que seguramente se hay licencias creativas para hacer la historia más dramática. Desde muy dentro, una vocecita me dice que esto es sólo una excusa para no reconocer que estas cosas y mucho peores, han pasado y siguen pasando no solo en India, en Calcuta sino en muchas partes del mundo. Por la botella de medio litro de agua me piden 15 rupias. Que relativo es todo...

No hay comentarios: